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Estimado obispo de la Iglesia católica:
¿Por qué recibiste la ordenación episcopal? Se te instruyó claramente antes de ser consagrado obispo de que asumieras la responsabilidad del pastor de Dios, quien se supone que debe proteger a las ovejas de los lobos rapaces y astutos. ¿Por qué llevas el báculo? ¿Para ahuyentar a los lobos sanguinarios? No, hoy lo usas para arrear a las ovejas al ancho camino sinodal. Pero este es el camino a la perdición eterna. Es el camino de la destrucción de las leyes y los mandamientos de Dios. Es el camino de la legalización del pecado. ¡De este modo, abusas del oficio encomendado por Dios! Te escudas en la autoridad de Dios, mientras que evitas el camino de la verdad. Estás obligado a proclamar la verdad con la palabra y el ejemplo. Pero tú, en cambio, estás engañando al rebaño de Cristo. Les ocultas que el camino sinodal pisotea los mandamientos de Dios. No les dijiste a los sacerdotes ni al pueblo que el camino sinodal deja de lado y destruye tortuosamente los mandamientos de Dios. Tienes miedo de revelar que los sustituye con antileyes LGBTQ sodomíticas inmorales.
Seguramente sabes muy bien que Dios, a través del apóstol Pedro, advierte que el castigo por la homosexualidad es el fuego temporal (2 P 2, 6). A través del apóstol Judas, incluso advierte del castigo del fuego eterno (Judas 1, 7). Además, a través del apóstol Pablo, Dios amenaza repetidamente que los sodomitas impenitentes no heredarán el reino de Dios (1 Co 6, 9; 1 Tm 1, 10). En la epístola a los Romanos, este pecado se llama claramente en griego atimia: abominación, deshonra (Rm 1, 26). Bergoglio, sin embargo, llama absurdamente a esta abominación «dignidad». El Espíritu Santo señala la raíz de la homosexualidad. Es el rechazo del Dios vivo y la aceptación de la idolatría pagana. Dios hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma precisamente por estos pecados contra la naturaleza (Gn 19). Hasta el día de hoy, este territorio sigue siendo una advertencia para toda la humanidad. La misma rebelión contra Dios que tuvo lugar en Sodoma es la rebelión del camino sinodal.
Tú, estimado obispo, eres el sucesor de los apóstoles y profetas. Sin embargo, a demanda de Bergoglio, debes pasar por una llamada conversión. ¿Qué significa? Que debes desechar la conciencia, los mandamientos de Dios y los principios morales. Tienes que empezar a llamar dignidad a la abominación. Pero eso no es suficiente; tienes que encargarte de que las personas LGBTQ impenitentes sean acogidas en la Iglesia. Los fieles deben entonces, bajo tu autoridad, aceptar la inmoralidad de las personas LGBTQ y formar la unión interna y externa con ellas. Esta es una peste espiritual cuyo apóstol diabólico es el falso profeta Bergoglio. Si pasas por esta conversión bergogliana, cometes el mayor crimen contra Dios, contra ti mismo y contra el rebaño de Cristo. Este antievangelio de Bergoglio acarrea la maldición de Dios y la expulsión de la Iglesia de Cristo (cf. Ga 1, 8-9). Tú, que eres el sucesor de los apóstoles de Cristo, te convertirás así en un traidor de Cristo como el apóstol Judas. Éste finalmente se ahorcó y terminó en el infierno. Puedes terminar de la misma manera a no ser que rompas radicalmente con el camino sinodal. Es un camino de traición y rebelión contra Dios y Sus leyes.
Una verdadera carrera episcopal está relacionada con el seguimiento de Cristo, con Su cruz y la lucha contra las herejías. Un obispo, un apóstol de Cristo, está obligado a proteger las leyes y los mandamientos de Dios. Labrarse una falsa carrera eclesiástica es vender el alma al diablo. Tal arribista expulsa al Espíritu Santo de su corazón y se une con el espíritu de este mundo. El espíritu de mentira y muerte, el diablo, invade entonces el alma del trepador eclesiástico. La paradoja es que tal obispo con el espíritu del apóstol traidor, Judas, exige hipócritamente ser respetado como autoridad divina. Pero él mismo no tiene respeto por Dios. Abierta y escandalosamente pisotea Sus mandamientos. Él arrastra a las almas al camino espacioso que lleva a la perdición. ¿Cómo se sostendrá tal obispo en la hora de la muerte y luego en el juicio de Dios? Estaba obligado a conocer la verdad, a predicar la verdad, a defender la verdad. Pero rechazó la verdad y amó la mentira. Y luego también engañaba a las almas encomendadas a su cuidado.
Los apóstoles de Cristo predicaron el evangelio de salvación. Pseudoapóstoles contemporáneos, disfrazados de apóstoles de Cristo, predican el antievangelio sodomita. No sirven a Dios, sino a Satanás, el ángel de luz. ...
